miércoles, 30 de julio de 2008

EL OTRO ANORMAL: INDIANA VALLEJOS*

Anormal: adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal es ser detestado. En consecuencia, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del Infierno.Ambrose Bierce. “Diccionario del Diablo”

El de normalidad es un concepto que permite establecer demarcaciones entre lo Uno Mismo y lo Otro, y que incluye bajo la denominación de anormales a grupos cada vez más numerosos de los que pueden ser agrupados como “el resto”, de lo que no son Nosotros.

Un “resto” que comprende a locos, pobres, rebeldes, deformes, ciegos, rengos, sordos, poco inteligentes, “multi-impedidos”, extraños, “GLS”1 , y otros que serán inventados y construidos como anormales a partir de un trasfondo de expropiación del techo, la tierra, el trabajo, la ciudadanía, en un desplazamiento que va del control de la morfología y la conducta de los cuerpos hacia un criterio de control con énfasis en las víctimas de una economía injusta y de la privación que señala grupos poblacionales.

En este artículo me detendré a pensar en un «Otro que ha sido y es todavía, inventado, producido, fabricado, (re)conocido, mirado, representado e institucionalmente como otro ‘deficiente’, una alteridad ‘deficiente’, o bien, aunque no sea lo mismo, otro ‘anormal’, una alteridad ‘anormal». (SKLIAR. 2002 : 113)

Un Otro discapacitado en el que es necesario pensar para desnaturalizar su producción como algo ajeno al Nosotros, porque la discapacidad no es un fenómeno biológico sino una retórica cultural, y de ahí que no pueda ser pensada como un problema de los discapacitados, de sus familias o de los expertos.

La discapacidad es una idea cuyo significado está íntimamente relacionado con el de la normalidad y con los procesos históricos, culturales, sociales y económicos que regulan y controlan el modo a través del cual son pensados e inventados los cuerpos, las mentes, el lenguaje, la sexualidad de los otros. La discapacidad es entonces una categoría social y política; es una condición producida por la interrelación de las estructuras económica, social y cultural con la deficiencia, es decir, es una forma de opresión social que impone limitaciones a los sujetos que presentan algún déficit.La construcción de la normalidad como categoría de señalamiento.Es preciso circunscribir a qué refiere lo normal, establecer los límites de la normalidad y la anormalidad, y consecuentemente, comprender cómo se ha operado la clasificación, ubicación y ordenamiento de los sujetos.

El concepto de normalidad es una invención de la Modernidad, que se instaura como una categoría que rige la mirada de médicos, educadores y criminólogos a partir del siglo XIX.Pero es una categoría que se construye desde su negación, porque lo que su origen sintetiza no es la normalidad, sino la anormalidad, que confirma la propia pertenencia a lo Uno, a lo Mismo.

Una categoría inventada para confirmar lo propio e instalar el control, expulsar, aniquilar, corregir, censurar, moralizar, domesticar todo lo que exceda sus propios límites, todo lo Otro.Esta construcción de lo anormal construye a su vez un Otro que encarna “nuestro más absoluto temor a la incompletud, a la incongruencia, a la ambivalencia, al desorden, a la imperfección, a lo innombrable, a lo dantesco,... Un Otro cuyo todo y cada una de sus partes se han vuelto objeto de una obscena y caritativa curiosidad, de una inagotable morbosidad, de una pérfida etnografía de lo mismo, de un sueño o ideal de completamiento del otro, de perfectibilidad del otro, de corrección del otro, de normalización del otro” (SKLIAR. 2002 : 114)

Michel Foucault sostiene que el anormal se constituye como un dominio específico a partir de la síntesis de tres personajes: el monstruo humano, el individuo a corregir y el onanista. Personajes pertenecientes a distintos momentos históricos, y que confluyen en la configuración de la identidad anormal. Síntesis que perdura aún hoy, en el sentido de que todo aquel señalado como loco, delincuente, discapacitado o pobre, entre otras anormalidades posibles, evoca, en alguna medida, imágenes de alguna de estas tres figuras.Según Foucault, la fuerza clasificatoria y productiva de la normalización de la sociedad moderna se sostuvo en dos estrategias complementarias: la constitución, en el plano del discurso, del concepto de “anormal” y la medicalización de la sociedad.

Por ello, la producción de la noción de anormalidad debió ser positivizada para encubrir su capacidad de demarcación y las consecuencias de expulsión que generaría. Debió ser naturalizada, para aumentar su eficacia en el señalamiento. Debió ser mimetizada en “lo dado”, para ser instalada como una estrategia de homogeneización de la sociedad.Y en ese tránsito hacia lo positivo, el Otro fue convencido de que está mal ser lo que es, fue persuadido para que deje de ser, fue manipulado minuciosamente para ir en pos de la pertenencia a lo Mismo. Un proceso que a la vez que naturalizó la normalización instaló al Otro como anormal.Este proceso de naturalización se sostuvo en distintas producciones científicas, en la que la de la sociología tuvo un lugar preponderante.

En la producción sociológica de Comte y Durkheim, el análisis de lo normal y lo patológico adquiere una posición central. Estos autores instalan la noción de lo normal como contracara positiva de lo patológico, y por lo tanto asimilado a lo sano, lo que implica analogías organicistas y metáforas del cuerpo social.

Comte hace uso de los conceptos de normalidad y patología en el interior de un marco conceptual que supone leyes sociales análogas a las leyes que rigen el cuerpo individual. Afirma que cualquier análisis de fenómenos patológicos debe basarse en el conocimiento de fenómenos normales; e inversamente, el estudio de lo patológico es indispensable para conocer las leyes de lo normal; pero no establece ningún tipo de criterio para decidir qué es lo que debe entenderse por normal, y se limita a igualar lo normal con lo “natural”. Lo normal se reduce entonces a “naturaleza” o a “armonía”, y consecuentemente lo anormal a “desvío” de la naturaleza o a desarmonía. Se trata de una distinción estética y moral.

Emile Durkheim, si bien no renuncia a la metáfora organicista, no se refiere a la sociedad como una totalidad armónica y unificada en la que no normal es lo antinatural, sino que considera la “pluralidad” propia de las especies y de las poblaciones, en una suerte de relativismo.Es posible calificar de patológico un hecho sólo en relación con una especie dada, pero no es posible definir en abstracto y de manera absoluta las condiciones de la salud y de la enfermedad. Así como cada especie tiene su propia salud ese principio es aplicable a la sociología. Es necesario no juzgar una institución, una práctica o una máxima moral como si fuesen malas o buenas en y por sí mismas, para todos los tipos sociales indistintamente. Además de variar las normas de salud para un individuo salvaje y otro civilizado, también se producen variaciones que se manifiestan regularmente en todas las especies, y están referidas a la edad.

Por lo tanto no puede afirmarse que un hecho es normal para una especie social dada sino en relación con una fase de su desarrollo; por consiguiente, para saber si tiene derecho a esta denominación, no basta observar en qué forma se presenta en la generalidad de las sociedades que pertenecen a esta especie, sino que además debe tomarse la precaución de considerar la fase correspondiente de su evolución.Lo normal posee, desde esta perspectiva, un carácter doble: es al mismo tiempo tipo y valor, y es ese carácter el que le confiere la capacidad de ser “normativo”, de ser la expresión de exigencias colectivas. Desde el momento en que lo normal es afirmado como un valor, la polaridad emerge casi de modo necesario; pues si algo es querido como un valor su contrario será rechazado como un disvalor. Cada uno parece precisar del otro para poder afirmarse. La patología precisa de lo normal en relación a lo cual se afirma como desvío, pero lo normal precisa de la existencia de su otro para afirmarse como un valor que merece ser perseguido.

Contemporáneamente a estos sociólogos, Adolphe Quetelet formuló el concepto de hombre medio. Hombre-medio como construcción abstracta de un individuo inexistente, que resulta del promedio de los atributos de los hombres. Este estadístico francés puede ser considerado el fundador de la biometría,2 que permitió elaborar la noción de que las características humanas pueden ser medidas y establecidas, de una vez y para siempre mediante un artificio matemático, como características normales del hombre.

Desde el punto de vista estadístico, un sujeto es un valor, que puede ser considerado normal por la ubicación que tiene dentro de un intervalo, donde están la mayoría de las observaciones realizadas. Este intervalo se grafica en lo que se denomina “Curva de Bell” o “Campana de Gauss”, que comprende, por ejemplo al 95% de las personas de ese universo, estableciendo los ‘umbrales de normalidad’ y la noción de ‘desvío’. Cada una de estas explicaciones tiene su vigencia en la actualidad, así, la normalidad es pensada desde un criterio estadístico, que se nombra como “lo común, lo de la mayoría, lo estándar, lo más frecuente, lo de todos (los normales), lo acostumbrado, el término medio”, que permite establecer parámetros de medición y modelos a alcanzar.

Lo normal también es entendido como una convención de la mayoría, y alude a personas que no tienen características diferentes (a esa mayoría). La norma define lo igual a Sí Mismo, y lo que pertenezca al ‘más allá’ de los límites, serán las minorías anormalizadas. Asimismo aparece en la definición de los límites de la normalidad y la anormalidad, un criterio de funcionalidad, de utilidad y de capacidad de adaptación a los desafíos y resolución de problemas de la vida cotidiana. Lo normal se asemeja a lo eficiente, lo competente y lo útil: un cuerpo normal se puede adaptar eficientemente a los requerimientos de la vida productiva.

El concepto refiere a un resabio eugenista3 que, presupone violencia y manipulación en su definición, a la vez que considera a la mayoría, como la totalidad –el todos como un todo homogéneo– cuya regularidad adquiere un valor prescriptivo: como son todos es como hay que ser, como se debe ser. Así, la norma estaría dada en la naturaleza y en este sentido esconde, bajo la apariencia descriptiva de la regularidad, la posibilidad de individualizar y comparar “el ser” con “el deber ser”.

Esta percepción de la norma como una ley de la naturaleza, que está dada por fuera de lo social, y que a la vez que nombra, constituye a los sujetos normales, genera una enorme dificultad para establecer quién define lo que es normal y convierte a éste en un concepto sin sujeto. Sin embargo, resulta necesario desentrañar cómo se realiza esa división entre lo normal y lo anormal, comprendiendo que precisamente en eso reside la esencia de la norma, en que no expresa una ley de la Naturaleza, sino una pura invención de los hombres.Alguna duda sobre la existencia de las normas se entremezcla entre esta eficaz naturalización, y transforma a éste en un concepto cuestionable -y veladamente cuestionado por los sujetos que lo enuncian- al que se refieren como “lo normal entre comillas”. Un término del que es posible pensar que se encomilla porque “hace ruido”, íntimamente molesta, esconde la sospecha de una violencia en la demarcación y clasificación de los sujetos. Encubre la sospecha de que esa violencia puede volverse contra uno mismo, -transformándonos en anormales- y ser ejercida sobre el propio cuerpo.

La normalidad se presenta, entonces, como una categoría de señalamiento de lo propio y lo impropio, en un intento eficaz de discernimiento, de marcación y demarcación, de clasificación, de separación entre Nosotros y los Otros.Lo que se establece estadísticamente, por frecuencia de aparición –la ‘inocente’ descripción de lo que es– adquiere el valor de norma, de patrón, de prescripción de cómo se debe ser. El sujeto normal es entonces un prototipo de aquel hombre medio imaginado por Quetelet, contra el que todos seremos medidos, evaluados, señalados y convenientemente clasificados.En este sentido, la normalidad refiere a las posibilidades de inscribirse en lo común, de obedecer las prescripciones sociales, y al establecer cómo se debe ser, establece conductas esperadas, relaciones esperadas, deseos esperados, amores esperados, odios esperados, aprendizajes esperados, hijos esperados, porque expresa la medida de todas las cosas: la normalidad es la medida del mundo. Nos encontramos así, con la dimensión productiva de las normas.

Normas que producen cuerpos a su medida, fabrican un tipo de sujetos ajustados a los límites, con unos modos específicos de hablar, de comportase, de percibir el mundo y de moverse en él, de sentir, de obedecer. Normas que fabrican sujetos útiles, productivos y capaces de adaptarse a los requerimientos de la inserción productiva en la vida social (en la vida normal). Todo aquello que no sigue esa norma es señalado, separado, castigado, expulsado a territorios de exclusión.Lo desconocido, lo diferente, es lo que es diferente a lo normal y desconocido para los normales, y es de éstos últimos de quienes no se habla. Tradicionalmente se ha dicho «de eso no se habla», refiriendo a lo anormal y eso oculta que lo realmente prohibido es hablar de la norma, no de su transgresión.Lo normal es lo que se puede dar por supuesto, por obvio, por conocido por todos, y por lo tanto, naturalizado. Por ello lo normal no produce ninguna interpelación, no perturba, no inquieta, y como su contracara, lo anormal interpela, perturba, inquieta produce temores, desequilibrio, incertidumbre. La transgresión, la desviación, la anormalidad son y han sido objetos de medición, de establecimiento de límites, de control, de corrección, de expulsión, de aislamiento.

Aquello que se ajusta a la norma, pasa desapercibido, sin llamar la atención de ‘los otros ojos (los ojos Unos)’, de las ‘otras conciencias (las conciencias Unas)’, sin convocar a quien evalúa, señala y clasifica. Lo que se desvía de la norma, se torna aberrante4 –precisamente por su desviación–, y se convierte en objeto de señalamiento.“La realidad es que nuestro mundo es un mundo en que la presencia de seres diferentes a los demás, diferentes a esos demás caracterizados por el espejismo de la normalidad, es vivida como una gran perturbación” (PEREZ de LARA. 2001 : 295)Lo normal establece entonces una frontera, porque la normalidad es LA MEDIDA, del tiempo y del espacio. Defender la frontera para que nadie se ubique en territorio equivocado, exige una práctica exhaustiva de examinación, por lo que se reserva a los expertos: médicos, psicopedagogos y psicólogos, entre otros profesionales.

Esta práctica de examen experto se objetiva en un diagnóstico experto y se transforma en una profecía, eliminando toda posibilidad de sorpresa, de asombro, conjurando lo inesperado y lo imprevisible y restringiendo las potencialidades creadoras de profesionales que con este sujeto se entrecrucen, que se verán limitados a intervenciones basadas precisa y exclusivamente en esos diagnósticos.Identificar, clasificar, encontrar el margen, dividir, separar, nombrar, diagnosticar, predecir, pronosticar, prescribir tratamiento; todas operaciones que se realizan sustentadas en la asimetría de poder existente entre un sujeto clasificador y un objeto sometido a clasificación, se encarnan respectivamente en los profesionales, los expertos, y el discapacitado, el paciente, y en ocasiones, su familia.

Asimetría que se refuerza con posterioridad al diagnóstico, en el tratamiento rehabilitatorio: a quien le sea diagnosticada la anormalidad, será sometido a controles expertos y a procedimientos médicos y pedagógicos, dirigidos a corregir la desviación (de la norma, de los límites). Quien porte diagnóstico de anormal deberá enfrentar el duro camino del retorno a la mismidad normal, convirtiéndose en objeto de intervención [de corrección] de los profesionales que deben hacerse cargo de la anormalidad.El sujeto ya no es tal, sino sólo un objeto, perderá su nombre, pasará a ser llamado por su déficit –el rengo, el sordo, el mongui, el “disca”- y podrá ser mirado, medido, evaluado, corregido y vuelto a corregir, derivado, sometido a tratamiento, medicado, internado, escondido, expulsado, “integrado”, controlado. Prácticas que esconden su sentido de protección de los normales frente al peligro de la anormalidad.Enjuiciar la normalidad

Establecer demarcaciones para distinguir lo Uno Mismo del “resto”; distinguir para protegernos, para no correr el riesgo de convertirnos en el Otro; protegernos para conservar(nos); tal el sentido de la noción de normalidad.¿Y si el Otro no estuviera ahí para confirmar nuestra propia normalidad, nuestra propia Mismidad? ¿Y si el Otro no estuviera ahí para salvarnos de pasar a ser parte “del resto”?Re-conocer al Otro [anormal] y permitir la existencia de otros espejos, que no reflejen la Mismidad exige volver a mirar, para entender que las normas son “sólo” una invención de la Modernidad para conservar el orden.Y atrevernos a cambiarlo.
Bibliografía-FOUCAULT, Michel. 2000. “Los Anormales”. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.-MURILLO, Susana. 1997. “El discurso de Foucault: Estado, locura y anormalidad en la construcción del individuo moderno”. Oficina de publicaciones del CBC – Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires.-PEREZ de LARA, Nuria. 1998. “La capacidad de ser sujeto. Más allá de las técnicas en educación especial”. LAERTES. Barcelona.-PEREZ DE LARA, Nuria. 2001. “Identidad, diferencia y diversidad: mantener viva la pregunta”. En: Larrosa y Skliar Comp. “Habitantes de Babel. Políticas y poéticas de la diferencia”. LAERTES. Barcelona. -SKLIAR, Carlos. 2002. “¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia”. Escuela Marina Vilte –CTERA. Miño y Dávila Editores. Buenos Aires.-VEIGA NETO, Alfredo. 2001. “Incluir para excluir.” En: Larrosa y Skliar Comp. “Habitantes de Babel. Políticas y poéticas de la diferencia”. LAERTES. Barcelona.

1 GLS (gays, lesbianas y simpatizantes) es una denominación que utiliza VEIGA NETO para designar a aquellos que optan por prácticas sexuales y/o de género que no siguen las así llamadas “categorías normales”: masculina y femenina.2 Biometría refiere a la medición de todos los atributos físicos de las personas con el objetivo de su standarización3 Eugenesia: aplicación de las leyes biológicas de la herencia para mejorar la especie humana. Diccionario de la Lengua Española – Real Academia Española.4 Aberrante es definida por el diccionario como “desviación de lo conveniente o normal”. Diccionario Enciclopédico El Ateneo. *Licenciada en Servicio Social. Profesara Adjunta de la Cátedra Práctica Académica IV - Práctica Institucional - Facultad de Trabajo Social - UNER. Profesora Titular Seminario «Discapacidad» - Facultad de Trabajo Social - UNER. Directora del Proyecto «Discapacidad y Equiparación de Oportunidades» - Facultad de Trabajo Social - UNER. Asistente Social - Escuela Especial para Formación Laboral Nº 2111 - Santa Fe.

"Aprender"

Al primer año de nacido aprendí lo importante que es un juguete, sobre todo si sabe rico.
A los 2 años, aprendí que caerse duele.
A los 3 años, aprendí que duele mas una palabra que un golpe.
A los 4 años aprendí lo interesante que puede ser un rompecabezas.
A los 5 años, aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina...
A los 6 años, aprendí que bañar a las tortugas con agua caliente las mata aunque huelan feo.
A los 7 años, aprendí lo confortante que se siente un abrazo de papa o mama cuando me daba miedo o simplemente cuando sentía que necesitaba sentirme amado.
A los 8 años, aprendí que no todo se puede arreglar con un berrinche.
A los 9 años, aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.
A los 10 años, aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.
A los 12 años, aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía más grandes en casa
A los 13 años, aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería; mi madre me mandaba a ordenarlo
A los 15 años, aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano, porque mi padre tenía frustraciones mayores... y la mano más pesada.
A los 16 años, aprendí que mi hermana no era mi mayor enemiga. y que podía ser mi mejor confidente.
A los 17 años, aprendí que emborracharte no siempre es el mejor sentimiento, (menos al otro día) y que no es la mejor forma de solucionar los problemas.
A los 18 años, aprendí que no valía la pena discutir con mi madre.
A los 19 años aprendí lo que duele dejar a alguien que amas.
A los 20 años, aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.
A los 21 años, aprendí que un libro puede llegar a ser una buena compañía.
A los 22 años, aprendí que si encuentras a la mujer adecuada te puede enseñar a amar.
A los 23 años, aprendí lo que es extrañar a alguien y lo grato que es volverlo a encontrar.
A los 24 años, aprendí que con el tiempo las cosas se miran de una forma diferente.
A los 25 años, aprendí que aunque me quería comer el mundo aun me faltaba mucha experiencia.
A los 26 años, aprendí que no importa lo lejos que viajes cuando quieras huir de algo, tus problemas siempre te acompañaran a lo largo de toda la travesía.
A los 27 años, aprendí que él titulo obtenido no era la meta soñada.
A los 28 años, aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la vida entera.
A los 30 años, aprendí que se necesita mucho amor, paciencia e inteligencia para vivir con alguien.
A los 31 años, aprendí lo que es ser padre y me empecé a dar cuenta de lo que eso significa.
A los 32 años, me di cuenta lo que me falto platicar y convivir con mi padre. y lo mucho que me falto aprender de el.
A los 33 años, aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo.
A los 34 años, aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.
A los 35 años, aprendí que puedes deprimirte como cuando tenias 17 años y eso no esta mal, solo significa que estas empezando a pensar en ti mismo.
A los 36 años, entendí que mi madre no va cambiar y sigue siendo inútil discutir con ella.
A los 37 años, comprendí lo lejos que estaba de saber quien era.
A los 38 años, aprendí que a veces la vida se repite y duele igual que la primera vez.
A los 39 años, aprendí que ser buen amigo no se trata solo de recibir.
A los 40 años, aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos, no estas corriendo los suficientes riesgos.
Luego, al pasar de los años aprendí. Que puedes hacer a alguien disfrutar el día con solo con un pequeño detalle que casi siempre no cuesta nada.Que niños y abuelos son aliados naturales.Que ver una buena película puede darme una tarde agradable.
Que aprender a aceptarme como soy me puede ayudar a no sentirme tan solo.Que es absolutamente imposible tomar vacaciones sin engordar cinco kilos.Que no puedo cambiar lo que pasó pero puedo dejarlo atrás.
Que las cosas que te pasan y que te duelen siempre te dejan una enseñanza, y esta en ti aprender de ella.Que nunca es tarde para decir lo siento y perdón, que puede doler pero sé que después me voy a sentir mejor.
Que nunca es tarde para decir la verdad (por mas dura que esta sea) y que tampoco es tarde para enfrentar a quien le hice daño si aquélla persona te quiere te sabrá entender y perdonar.Que pedir ayuda puede dar mucha vergüenza y miedo, pero que a veces es necesario y hay que sacar fuerzas y valor para hacerlo.
Que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado nunca suceden.Que esperar a los hijos despierto cuando salen de noche no va a hacer que lleguen mas temprano.Que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.Que nunca se debe ir a la cama sin resolver una pelea.
Que me hubiera gustado tener la experiencia que tengo ahora cuando era mas joven, seguramente no habría dejado pasar muchas oportunidades.Y que ahora entiendo que eso es imposible y que solo me queda aplicar mis experiencias y no perder la oportunidad de encontrar a un amigo.Que si las cosas van mal, yo no tengo por qué ir con ellas.Aprendí que envejecer es importante.Aprendí que amé menos de lo que hubiera debido. Y hoy... me doy cuenta que todavía; Que tengo mucho para aprender, y que no importa la edad que tengas aun estas a tiempo de cambiar las cosas y ser feliz.